Artículo sobre el largo y turtuoso camino que siguió la novela hasta pasar a la gran pantalla

Para hacer justicia, hay que decir que tuvimos que esperar solo cuarenta y cinco años para ver reflejada en la pantalla una imagen fiel a la del personaje que Fleming bosquejó en sus libros.

Históricamente siempre hubo una distancia importante entre el Bond literario y el cinematográfico. Los años y las necesidades fueron ampliando la brecha y solo la obligación de reflotar y aggiornar al producto fue lo que determinó que esa brecha se reduzca al mínimo para desaparecer poco después.

Según se ve por estos días en Quantum of Solace si superponemos a éste Bond al otro, al de los libros, éste es la imagen más que perfeccionada de su sosías literario; una especie de modelo genético mejorado. El resultado de un preciso y aceitado mecanismo que combina y mezcla en medida justa marketing, sponsors y lookeo. ¿Alguien sabe en quien pensaba Fleming cuando dibujaba en su mente al hombre del Servicio Secreto? En un cantante y compositor de jazz llamado Hoagy Carmichael.
¿Dónde nos deja esto? Simple. Los responsables de acertar a la esencia de Bond a través de la imagen se preocuparon tanto en ajustarse al modelo original, que al reinventarlo no solo consiguieron fidelidad al mismo sino que además fueron más allá y como científicos capaces de manipular su código genético, exacerbaron lo justo cada una de sus características distintivas hasta lograr un modelo mejorado. Para comprender esto deberían remitirse a leer el dossier del Comandante Bond en poder de M y su Jefe de Staff, Bill Tanner.
Si aquel Bond de los años cincuenta era rudo, frío, despiadado, brutal y distante, éste de la nueva generación es más rudo, más frío, más despiadado y más brutal.

A todo esto debemos agregarle que no duda en poner el cuerpo (¡Y de que forma!) para lastimar y hacer daño, sin que se le mueva un pelo ni se le borre el frunce eterno de sus labios apretados. Ni que hablar de la mirada que vigila impasible cómo el último aliento abandona el cuerpo de la víctima. Este Bond mata y es más acorde a la imagen de un brutal soldado de elite que al refinado caballero de humor sarcástico que pintó Roger Moore a su turno.

Solo basta recordar los flashbacks de la lucha en el baño, su primer asesinato, mientras esta a punto de consumar el segundo, a partir de lo cual será ascendido a la categoría Doble Cero. O la lucha a muerte en las escaleras, con el malogrado luchador por la libertad que fuera a reclamar por su dinero a Le Chiffre. Y dejamos para el final la endiablada persecución en la que se enzarza para darle alcance al fabricante de bombas a través de la obra en construcción y la Embajada.

Decididamente esta primera fotografía del nuevo modelo Bond es más acorde a lo que Fleming pensó que a lo que nos acostumbraron Saltzman y Broccoli durante sus años de reinado.

Dos biografías, un personaje

 
Si tuvieron oportunidad de darle un vistazo al dossier de Bond, el que expone su biografía, empezarán a comprender desde donde se planteó la reingeniería de la franquicia.

En realidad no existe una biografía formal de Bond desde la pluma de Fleming. Quien se interesa por el tema, deberá recorrer toda la obra del autor para ir recogiendo trozos y armarla por propia mano. Solo en “Solo Se Vive Dos Veces”, y con motivo de la desaparición de Bond en servicio, se publica un obituario que cede alguna información biográfica creyendo el Ministerio que el Comandante había muerto.

Originalmente sabemos que Bond tiene en 1955, treinta y siete años. Esto es un dato preciso que se deduce de lo que el autor dice en los primeros capítulos de “Moonraker”. A partir de allí empezamos a armar el rompecabezas y descubrimos que 1918 es el año de su nacimiento y que, de otro dato cedido por Fleming, si falseó su edad para incorporarse a la Marina Real antes de tiempo y con diecisiete años, eso fue en 1935, cuando la ruta de Hitler hacia Polonia estaba ya marcada.

Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, Bond contaba con veintiún años y cuatro de experiencia en la Marina. Su servicio de guerra se estableció hasta la edad de veintisiete o veintiocho años, cuando pasó a revistar en el Ministerio de Defensa y desde allí, unos años más tarde, en el MI6 o SIS el Servicio Secreto Británico. De ahí en más el recorrido es corto. La primera intervención declarada de Bond en el servicio es en 1953, cuando va sobre Le Chiffre, pero se cita que ya tenía experiencia de campo previa. Entonces se deduce que es a partir de 1950, año más año menos, que Bond cumple para Su Majestad sus primeros servicios secretos.
 
Para venir a la película de 2006, los productores decidieron reinventar el personaje. Hay un detalle. Bond no muere durante su período de servicio. Oficialmente no muere durante la obra de Fleming, por lo tanto goza del privilegio de los héroes con historias inconclusas: es eterno, como los diamantes.

Por eso, como es una historia con principio pero sin final, quien quiera levantar el guante puede traer al momento de la historia que desee al personaje y volver a acomodarlo para darle una nueva oportunidad de vivir su vida. Habrá que ver quien toma en el futuro la responsabilidad de su muerte. Porque, a juicio muy personal, considero que el mejor cierre para un héroe que se precie de tal es un punto final a su carrera y una muerte acorde.
Aplaudo a Conan Doyle en ese aspecto. Todo debe tener un final.
 
Volviendo al concepto de levantar el guante, eso hicieron los productores en el 2006 para “Casino Royale”, por lo cual el concepto de barajar y dar de nuevo es absolutamente válido. No solo eso. A mi juicio lo han hecho con suma inteligencia y buen gusto, adecuando el perfil de un agente a los tiempos que corren, enmarcándolo en la acción del mundo que tenemos y preparándolo adecuadamente. Bond ya no es el cultor del buen vivir de antaño. Hoy se acerca más a un soldado en operaciones de un comando de elite que a un fino ingles cultor de la buena mesa y la bebida (cosa que no es tan real, pero lo comentaremos en otro momento).

Al repasar su dossier vemos la preparación que recibió y los lugares donde estuvo en servicio antes de entrar en el área de Inteligencia. Y ese es un acierto de los guionistas que han sabido desplegar, de seguro a la sombra de la sugerencia de Michael G. Wilson, quien ha sabido colaborar en guiones desde la época de Moore.

A propósito, creo haber incurrido en un error que aprovecho aquí para corregir. Durante mucho tiempo caminó por el mundo el dato errado acerca de que lo que unía a Wilson y a Bárbara Broccoli era el matrimonio. Últimamente me he enterado del error. Según indican fuentes recientes, son en realidad medio hermanos por parte de padre. “Cubby” Broccoli, quien retuvo los derechos de producir a Bond una vez su socio Harry Saltzman se retirara del negocio, es el punto de unión entre ellos de acuerdo a la nueva información disponible.

El replanteo de la historia y de la biografía de Bond no solo lo adapta a nuestro tiempo. Le otorga además, a partir de allí, la autoridad para entremezclarse en determinados hechos y sucesos con el aval de quien vio desde dentro ciertas cuestiones.

Formó parte de escuadrones del SBS (Special Boat Service) y recibió entrenamiento especial con los SAS (Special Air Service), fuerzas especiales de la Armada y el Ejército de Su Majestad respectivamente. Ha participado de operaciones encubiertas en Irak, Somalia, Irán, Libia y Bosnia. Formó parte de las delegaciones diplomáticas británicas en Kingston, Jamaica y Roma, Italia.

Como operativo de inteligencia ya en operaciones de campo investigó el caso Pan Am 103, derribado en Lockerbie, vigiló el traspaso de Hong Kong y observó la evolución de relaciones entre las dos Coreas. Rescató rehenes de las manos del gobierno talibán en Afganistán y ayudó a salvar vidas en las razzias étnicas en la guerra de Bosnia Herzegovina.
Creo que tiene credenciales de sobra para opinar acerca de política internacional y actuar en consecuencia.

El caso es que con todos estos antecedentes, más la suma de las dos muertes al inicio del filme, su status de Doble Cero queda perfectamente justificado. Y a partir de allí, arrancamos con la montaña rusa que es “Casino”.
  
La carta de presentación de Bond debía ser como fue. Intensa. Precisa. Frontal. Violenta, por sobre todo. Porque si se quería volver a instalar al personaje, debía quedar claro cual era su esencia. Y la misma se puede apreciar en los primeros diez minutos del filme.

La lucha en el baño es sin cuartel. Queda claro de arranque que uno de los dos no sale vivo de ahí. Y la cuestión no es resolver el pleito a lo Jackie Chan, con coreografías bonitas ni peleas limpias, técnicas. Acá la cosa es brutal, instintiva, es lucha callejera pura. Y en eso el temperamento de Bond queda a la vista. Vos me pateas yo te quiebro. Vos me partís la cabeza yo te hago escupir los riñones. Y así la cosa va yendo hasta que en la última parte (la única con la que no estoy de acuerdo) Bond no solo ahoga al oponente. Observa con curiosidad profesional que el trabajo se haga bien. Error. El tipo se levanta un momento después y amenaza con echar por la borda el trabajo minucioso que el ingles hizo llevándolo por todas las paredes del lugar.

El tema es que de aquí en adelante, a Bond no lo desvela nada. Mata a un hombre desarmado y en suelo de una embajada, lo que saca de las casillas a M que en un momento se queja de que “Ya no tienen límites. En otra época tenían el decoro de renunciar después de algo así” decía a su asistente citando los titulares de los diarios. Viola el domicilio de su jefe para robar información. Se corta por su cuenta siguiendo una pista cuando nadie le había asignado el caso y tienen que salvarlo cuando los americanos lo atrapan en el incidente del avión. Recién ahí entra de nuevo en carril y trabaja bajo órdenes oficiales.

En el paralelo entre libro y filme es por lejos el que más se ajusta a las características generales y particulares de la trama original. En general, a medida que nos alejamos del primer filme (Dr. No) las diferencias con los libros se va haciendo cada vez más evidente. Ya en “Solo Se Vive Dos Veces” se veían diferencias sustanciales. “Al Servicio Secreto de Su Majestad” volvió a las raíces, pero solo para despegarse definitivamente en “Los Diamantes Son Eternos” y de ahí en más llegar a delirios como “A View To A Kill” (Conocida aquí como “En La Mira de Los Asesinos”) una verdadera obra bizarra que no tenía ninguna necesidad de ser.
Pero aquí, en “Casino”, no solo se respetan los elementos fundamentales de la historia también se cuida el proceso que lleva a consolidar la relación entre personajes para darle fuerza y corporeidad. Los personajes no son planos. Saltan desde la pantalla en tres dimensiones mostrando diferentes facetas de personalidad a través de sus actos. Y eso es lo que los deja tan cerca de lo que Fleming esculpió con detalle y paciencia casi sesenta años atrás.
 
Bond comienza a mostrarse como a mi me gusta. Si bien he consumido regularmente y varias veces cada uno de los filmes que diferentes actores filmaron, “mi” Bond personal estaba en mi mente y era el producto directo de los libros y algunas imágenes sueltas de las películas. Con “Casino…” me pasó que por primera vez “mi” Bond particular, el de Fleming y el de la pantalla se conjugaban como si la sintonía fina ajustara la imagen de uno sobre otro hasta quedar perfectamente en línea y sin rebabas a la vista.
La cuestión física, es secundaria. Craig no es el primer Bond rubio como muchos marcaron. A los desmemoriados y poco observadores les recomiendo revisar los archivos de Moore desde la primera, por lo tanto lo exterior se construye desde lo interior. Entonces si el personaje se interioriza, la carcaza que uno verá será la de Bond, y no otra.
¿Connery era Bond? Por supuesto. Fue el primero y de alguna forma lo definió. ¿Lo fue Lazenby? Tal vez. ¿Lo fue Moore? Seguramente, con sus particularidades. A pesar de que fue el Bond con el que me inicié, hoy debo reconocer que a la distancia las diferencias existen y que a pesar de eso, sus puntos altos estuvieron en “La Espía…” y en “Solo Para Sus Ojos”.

La cuestión más importante es hacer nacer a Bond desde adentro, desde las entrañas, y sacarlo de allí a partir de lo que su mirada transmite y de lo que su voz dice, en contenido y forma, para luego imbuir al cuerpo que lo personifica.

Si Craig es hoy Bond es por mérito bien propio y porque, a mi juicio, logró que su composición del personaje se geste en lo íntimo de su mente para salir desde allí con convicción, con fuerza, con el espíritu necesario para tomarnos de las solapas, empujarnos contra la pared y tomándonos por el cuello acerque su cara a un palmo de la nuestra y con ojos fríos nos diga “Mi nombre es Bond, James Bond” y nosotros le creamos, por supuesto, temblando de pánico, porque si no lo convencemos de ello nos va a moler los huesos.
 
Salvando las distancias del cambio de época y las necesidades (aquel casino se ubicaba en Francia de posguerra, este en Montenegro, en la ex Europa Oriental, por citar un ejemplo) lo de fondo queda intacto. Tal vez yo hubiese respetado un poco más la estructura del libro.

Allí Fleming dedica un cuarto de libro a presentar la situación, introducir a los personajes y plantear el conflicto. El segundo cuarto y un poco más, es dedicada a la confrontación entre Bond y Le Chiffre, de principio a final, partida de cartas, tortura y muerte incluidos. El resto del libro discurre en la relación de Bond con Vesper, con detalle, con explicación de ciertos porqués, que son en definitiva los que sostendrán todo el andamiaje posterior. En el filme, todo lo de atrás pasa muy rápido. No tuve tiempo de convencerme de que Craig y Green eran amantes, de que estaban enamorados. Me resulta más fácil asociar a Bond con Le Chiffre que a Bond con Vesper. Los vi más tiempo juntos a los primeros que a los segundos. No encontré suficientes motivos para comprarme a Vesper. No me pusieron cerca de ella el tiempo suficiente.

No obstante eso, la factura general es buena. Muy buena. Me conformó y con creces. Las escenas de acción son de las mejores logradas, aún más que las ultimas hechas para Brosnan. Estoy de acuerdo con bajar los decibeles respecto a Q y los gadgets. Espero que cuando los reincorporen, los guionistas entiendan que con toda la tecnología disponible a ojos vista ya no son necesarios los aparatitos ridículos. Creo que un buen aporte para empezar de nuevo y con buen tino (y aprovechando el férreo matrimonio con algunos sponsors) sería conveniente ajustarse a realidad y proveer al agente de elementos que nosotros también podamos adquirir (bien Sony en ese aspecto proveyendo laptops y celulares).

Señores, Bond volvió para quedarse. Mutó de piel. Sobrevivió a la caída del muro. Evito la muerte en el golfo en dos guerras. No estaba en las torres la mañana del 11S. Hay Bond para rato. Descansen en paz.