La historia del gadget más recordado de Operación Trueno y de su creador

En el año 1964 Saltzman y Broccoli pensaron que James Bond necesitaba un cohete. Así pues, no dudaron en utilizar un modelo experimental, diseñado para el ejército Americano a principios de los años 60 y concebido en 1953 por el joven Wendell F. Moore, ingeniero de la Bell Aerosystems – ahora Textron Systems -, empresa sita junto a las cataratas de Niágara especializada en tecnologías orientadas al armamento de combate.

 El Jet Pack real estaba formado por tanques de combustible, barras de sujeción, un mando de control y un par de boquillas de cohete. El combustible utilizado era peróxido de hidrógeno ( 2 H2O2 ) sobre una fina red de plata, la cual actuaba como catalizador para producir vapor a 740 °C. El vapor se hacía pasar por las boquillas produciendo 330 libras de empuje y 135 decibelios de sonido.

La duración del combustible de la primera prueba, realizada por Robert Courter, permitía un vuelo de unos 21 segundos, periodo de tiempo en el que podía alcanzar los 45 km/h a una altura máxima de 7 metros. En pruebas posteriores se mejoró la duración y velocidad hasta una teórica autonomía de 25 minutos en los que supuestamente el piloto podía desplazarse a 135 km/h.

Empazaba con baja presión, no la suficiente para despegar, y en cuanto se notaba cierto impulso se añadía presión y elevaba al piloto. La difícil técnica no era posible dominarla enseguida y obligaba al piloto a estar pendiente continuamente de dónde se encontraba, dado que era preciso aterrizar antes de que transcurrieran los 21 segundos. Durante un espectáculo, Bill Suitor aceleró demasiado descubriendo que no podía frenar «Me encontraba a 35 metros cuando miré el marcador de combustible y vi que solo me quedaban pocos segundos para aterrizar. Me encontraba a un metro y medio de altura cuando se terminó todo el combustible».

 En uno de los primeros vuelos de prueba realizados en un hangar, el propio Wendell iba atado al cohete con unos arneses que tenían una cuerda de nailon. En cierto momento, dio un giro con los arneses y se enganchó con la cuerda. Los tubos del cohete, que ya habían alcanzado los 750 grados, derritieron la cuerda y Wendell cayó desde 3 metros rompiéndose una rodilla.

Para sustituirle, Wendell contrató a Bill Suitor, su vecino de Youngstown (Nueva York) encargado de cortarle el césped. Aunque Bill no tenía experiencia de vuelo, le enseñaron a pilotar el dispositivo y en su segundo día de trabajo lo llevaron al hangar donde le pusieron el Jet Pack con los arneses de seguridad.

Durante el rodaje, en uno de los vuelos de Bill, éste rebotó un metro y casi cae de espaldas, lo cual podría haber resultado fatal. En otro vuelo de prueba, el mando de control se le escapó de la mano, pero quienes estaban vigilando sujetaron las cuerdas a las que estaba atado, evitando que se estrellara contra el suelo.

 Los primeros planos de la conocida escena de Operación Trueno, rodada en Chateau d’Anet, a unos 150 Km de París, presentaba originariamente a Sean Connery despegando y aterrizando mientras llevaba una réplica del Jet Pack, construida por Bert Luxford, bajo la supervisión de John Stears, con las dimensiones facilitadas por la gente de Bell y utilizando reactores de CO2, menos peligrosos que los dos tanques llenos de combustible y la turbina propulsora del original.

Para simular el despegue, Connery estaba encima de una tabla, a modo de balancín, y no se le podían ver los pies.

En la escena original Connery no llevaba casco, y el equipo, tras rodarla, se fue a las Bahamas para continuar con la película. Cuando los responsables del ejército terminaron unos trabajos que realizaban para el gobierno americano en Venezuela, fueron a Paris para rodar el vuelo con su casco pertinente.

El director intentó camuflar los cascos blancos pintándolos de marrón, pero seguía siendo demasiado evidente que el piloto llevaba casco. Finalmente, se tuvieron que rodar nuevamente los primeros planos de Connery, esta vez con casco.

 Además, en la banda sonora de la película el rugido real del motor del Jet Pack fue reemplazado por el sonido de un extintor de fuego «para que pareciera más real».

La hazaña que convertiría a Bill en un ídolo de masas, fue la que llevó a cabo durante las Olimpiadas del 84. Bill Suitor, ataviado con un mono multicolor, sobrevoló el Coliseum de Los Ángeles propulsado por dos tubos de escape que se ramificaban desde una mochila enorme tocada con sendas bombonas. La proeza sirvió como broche de oro para la ceremonia de apertura.