La sexta aventura de James Bond en la pantalla analizada en su contexto histórico


Creo que hay muchas cosas que no comprendemos de la película 007: Al servicio secreto de Su Majestad, y no hay duda de que quedarán otras sin comprender.

En 1966, al parecer tras filmar Sólo se vive dos veces, Sean Connery decidió abandonar la interpretación de James Bond. Se intentó convencerle para que regresara, pero Sean Connery se mantuvo firme en su decisión. De por sí esto planteaba un problema a los productores de James Bond, Albert Broccoli y Harry Saltzman. El personaje de James Bond y sus películas gozaban de tal popularidad debida a que el personaje de James Bond y sus películas rompían con los esquemas tradicionales respecto al sexo y lo que es heroico (James Bond era héroe, pero no como los existentes hasta entonces; James Bond era un héroe que sabía vivir con ostentación y categoría la vida difícil y llena de riesgos e intrigas del espionaje, además de que era un héroe rudo, no romántico como era la costumbre). El público entonces disfrutaba a James Bond por la novedad que representaba ante las costumbres. El autoretiro de Sean Connery no podía significar otra cosa que problemas, pues no era fácil conseguir un sustituto, en vista al acoso de la prensa y el público a los posibles candidatos, a los cuales veían como intrusos o posibles James Bond de segunda.

Es muy posible que esa sea la razón por la que Albert Broccoli y Harry Saltzman optaran por buscar un sustituto de Sean Connery que fuese un total desconocido, para evitar que el acoso del público y la prensa pudieran inhibir al propsecto a interpretar James Bond. Pero estos no eran los únicos problemas.

Los años 1967 y 1968 fueron años de vertiginosos cambios: la juventud iba ganando un mayor protagonismo en los asuntos sociales, con el efecto colateral de que sus estilos y modas pronto volvieron obsoletos los lúgubres trajes, cabello engominado, y visión del mundo macarthiana y de la Guerra Fría. Estos jóvenes eran críticos de la sociedad existente, con su insistencia en la Guerra Fría, con su acérrima oposición a la Guerra de Vietnam, con su voluntad de recuperar relaciones más naturales entre los seres humanos, con su énfasis en el amor como una aventura mutua romántica y sexual entre hombre y mujer, en contra de la visión machista del amor en el que la mujer es ama de casa y servidora del marido y madre a tiempo completo de los hijos, con su insistencia en vestir ropa más cercana a la naturaleza, más colorida.

Estas influencias volvían gradualmente más obsoletas los tradicionales esmoquíns (algo que se hizo realidad a partir de The Spy who loved me en 1977), y amenazaban con cuestionar el James Bond tradicional de Sean Connery (desde sus esmoquíns, su actitud misogínica, su rudeza (que podía ser vista como contrario al valor juvenil de ‘haz el amor, no la guerra’), su apariencia viril engominada, que contrastaba con la visión más juvenil y desenfadada.

Seguramente en esos tiempos estas cosas no fueron cuestionadas abiertamente, pero eran tendencias que a larga se impondrían (en especial con Roger Moore). Así, en medio de estos dos problemas, se escoge a George Lazenby y se produce 007: Al Servicio Secreto de Su Majestad, que, aunque con cierto parecido con Connery, luce más juvenil, y tiene cierta ligereza y buena proyección, además de que es todo un desconocido. Tal vez Albert Broccoli y Harry Saltzman, al escoger a Lazenby, pretendían contentar a dos tipos de público: a los fans de James Bond, y al nuevo público juvenil cada vez más dominante.

Aunque la película 007: Al Servicio Secreto de Su Majestad se había pensado hacer previamente, no hay duda de que la película cae casi como anillo al dedo a las nuevas tendencias juveniles: primero, porque nos muestra un James Bond que pelea en estilo semejante a artes marciales orientales, lo que coincide con el gran valor que las nuevas generaciones tenían por todo motivo oriental; segundo, nos muestra a un James Bond más preocupado por la gente, y no meramente encerrado en su mundo de espionaje o en sus amoríos, como lo hace al evitar el suicidio de la Condesa Tracy; tercero, nos muestra a un James Bond más autosuficiente, sin gadgets, solamente repartiendo puños, patadas, hostias(es decir, al natural, sin máquinas o artefactos industriales como las pistolas o revólveres); cuarto, nos muestra a un James Bond irreverente con la autoridad, como cuando dice que M es un monumento, o cuando desobedece las órdenes de M, y llama a Draco para ayudarlo a intervenir contra Bloefleld en Piz Gloria, lo cual parece nuevamente coincidir con la época, en que estudiantes y obreros cuestionaban las autoridades en las protestas de mayo 1968 en París y Berlín, y las juventudes creaban comunas hippies en todo el mundo, y los judíos hippies creaban su kibbutz en Israel, los estudiantes pacifistas protestaban en todo el mundo contra la Guerra de Vietnam, e importantes líderes del mundo perdían el poder como Charles D’ Gaulle en Francia 1969, Lyndon B. Johnson en EEUU 1969, asesinato de Robert Kennedy en 1968, pueblo checoslovaco logra acabar con el comunismo soviético en 1968 con Aleksander Dubcek, mejor conocido como ‘Primavera de Praga’, que terminó con la invasión de la Unión Soviética a Checoslovaquia en agosto de 1968.

Y por último, vemos como la ideología hippie se impone en 007: Al Servicio Secreto de Su Majestad. Mientras en las anteriores películas, James Bond se impone sobre los planes nefastos de Spectra y Goldfinger, sus enemigos, y termina celebrando, en 007: Al Servicio Secreto de Su Majestad ocurre algo muy distinto: James Bond destruye a Spectra, pero las consecuencias son la tragedia, que termina imponiéndose sobre James Bond, y no James Bond sobre la tragedia, como en las anteriores películas.

Y no se me puede olvidar, en 007: Al Servicio Secreto de Su Majestad, James Bond demuestra que es capaz de amar y enamorarse (con lo cual rompe con la tradición conneriana), y así el amor se impone a la guerra, el amor se impone a James Bond. Y James Bond debe afrontar su peor tragedia: saber que el amor verdadero no es posible en su vida (como luego se repite en Casino Royale, 2006). Si se vieran todas las influencias históricas que habían tras 007: Al Servicio Secreto de Su Majestad, se percatarán que no solamente es una película Bond atípica, también es una película en la que la visión hippie parece imponerse a la del James Bond tradicional.