Tributo al famoso compositor de las primeras películas de la serie Bond

John Barry. Solo con este nombre se me erizan los pelos desde la cabeza hasta los pies. Muy pocos han conseguido llegar al nivel de este hombre, y de esos pocos, menos aún siguen entre nosotros. La mayoría de compositores de hoy en día recurren a composiciones similares a sus anteriores o persiguen colaboraciones para destacar un poco. Pero pocos son los que quedan de la generación de la primera mitad de siglo, donde los artífices musicales del cine y la TV tenían que innovar cada vez con melodías sorprendentes e impactantes. Barry era uno de ellos.

Inglés de pura cepa, de York si les interesa, John dedicó la mayor parte de su vida a su gran pasión, las bandas sonoras. Con la noticia de su fallecimiento el pasado domingo, todo el mundo se quedó Hasta el último aliento de su trayectoria, título con el que empezó a componer en el mundillo. A pesar de su juventud de 29 años, los grandes productores contaron con él para componer la ópera prima de Ian Fleming en la pantalla, su agente 007 contra el Dr. No, a pesar de que no se le acreditase debidamente. Eso sí, fue el encargado de componer no solo una, sino muchas de las obras de 007 en el celuloide que seguirían en los años posteriores.

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¿Se acuerdan de Jon Voight caminando como un gran cowboy por las calles de Nueva York al ritmo de Harry Nilsson en Cowboy de Medianoche? Quien iba a decirnos que detrás de las composiciones puramente instrumentales con toques del Harlem se escondía nuestro protagonista de hoy. Y es que John movía hilos hasta en la más completa oscuridad de la existencia cinematográfica. Eclipsado quizá por el contexto de guión, actuación o dirección, siempre conseguía su propósito, el que aunque pasara desapercibido, la música llegase a dar la emotividad deseada.

Uno de los momentos clave fue cuando, semanas atrás, descubrí que el titán no había trabajado con gente de segunda división en su carrera únicamente, sino que de vez en cuando se hacía un hueco compartiendo cartel con grandes leyendas. Supongo que recordaran a Audrey Hepburn, esa chica tan hermosa que protagonizó Desayuno con diamantes en su época. Pues bien, con unos años de más y junto a un Sean Connery más parecido al que la gente conoció en los últimos 30 años, compuso la hermosa banda sonora de Robin y Marian, que por supuesto, recomiendo escuchar. Una delicia, vaya.

Obras más menores a nivel musical también nos permitían disfrutar de vez en cuando de nuestro titán, como Cotton Club, Howard el Pato, o Al Rojo Vivo. Aunque muchos aficionados del cine y las bandas sonoras, además de por su participación en la saga 007, le recuerdan sobre todo por Memorias de África y Bailando con Lobos. Puede que muchos las consideren sus obras maestras, pero esto solo ha sido por popularidad de sus temas y nada más. Poneros en la situación de que en su lugar, los temas de La letra escarlata hubiesen sido los que hubiesen estado registrados durante años en los oídos de la población. Estaríamos en las mismas. Simplemente el destino ha querido que sea así.

Con esto quiero decir lo siguiente. Tú que disfrutas con la música que acompaña a las películas, que aprecias su valor, si en algún momento ves alguno de estos títulos o algún otro de la filmografía de Barry, párate a escuchar solo la música, a apreciarla, a amarla. Solo con este insignificante gesto de admiración y respeto, entre todos conseguiremos que su viaje al otro lado no sea en vano, sino que por muchos años, décadas, siglos o incluso milenios, su obra quede grabada en nuestros oídos y sobre todo, en nuestros corazones.

Damas y caballeros, un aplauso y reverencia a una gran mente que permanecerá dentro de obras como esta a lo largo de eras de sonidos.