Firma invitada: Nicolás Suszczyk

IN MEMORIAM MICHAEL APTED

Firma invitada: Nicolás Suszczyk @nsuszczyk

Michael Apted: un director apto para James Bond

La elección de Michael Apted para dirigir la decimonovena aventura de James Bond resultaba un tanto inusual: su trayectoria se limitaba a dramas biográficos como Gorilas en la niebla (1988) y Agatha (1979) o bien obras de suspenso de gran contenido psicológico como Sola en la penumbra (1993), todas muy alejadas de la superproducciones repletas de acción como los films de 007.

Sin embargo, El mundo nunca es suficiente (1999) sería una película muy especial en la saga, producto de su elección así como también de la inclusión del dúo de guionistas Neal Purvis y Robert Wade, que hasta el día de hoy continúan empleados en la aún sin estrenar Sin tiempo para morir (2021). La tercera película de James Bond protagonizada por Pierce Brosnan es la primera en exponer en la gran pantalla el sello estilístico de Barbara Broccoli como productora de la saga.

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Mientras GoldenEye (1995) y El Mañana nunca muere (1997) se acercaban más al estilo del legendario Albert R. “Cubby” Broccoli, esta entrega representaría el estilo de lo que la heredera de EON Productions siempre buscó imponer en cada aventura sucesiva: villanos a los que pudiéramos compadecer más que odiar, fuertes personajes femeninos que lleven la historia adelante y situaciones de gran impacto psicológico y dramático.

Descontento con el exceso de tiros y explosiones en la película anterior, Pierce Brosnan coincidió con los deseos de la productora y deseó ver al agente 007 en medio de una situación donde las cosas no le fueran tan obvias y predecibles, y así Apted –fiel a su tradición– nos dio la primera villana de la serie: Elektra King, interpretada por la francesa Sophie Marceau.

Lejos de ser una bruja malvada a quien odiamos desde el primer segundo, Elektra es una joven empresaria de la industria petrolera de la que Bond se compadece y de la que casi se enamora, creyéndola en peligro tras la muerte de su padre (en un atentado que ella misma planeó) y afectada por el aparente regreso del terrorista que años atrás la secuestró, Renard (a quien ella logró dominar usando su sexualidad).

En el personaje de Marceau, Bond ve nada más ni nada menos que el espíritu de su difunta esposa Tracy Di Vicenzo –mujer que necesita protección de algo o alguien, hija de padre poderoso, de carácter desafiante y aventurero– pero termina encontrándose a una psicópata tan cruel como el mismísimo Ernst Stavro Blofeld (analogía enunciada por la misma productora). Nosotros, a la par de 007, nos encandilamos con Elektra y luego quedamos sorprendidos por su crueldad: en el comentario en audio del DVD, Apted confesó que temía que el público se impaciente con el héroe si éste pasaba mucho tiempo sin descubrir las verdaderas intenciones de Elektra.

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Por otra parte, Renard tampoco es un villano omnipotente: el hombre está muriendo lentamente por una bala alojada en el cerebro, disparada tiempo atrás por el agente 009 siguiendo órdenes de M. Su última voluntad es complacer a la única mujer que ha amado y que aparentemente le ha correspondido: Elektra, quien logró girar el tablero y esclavizar psicológicamente a su secuestrador, llevándolo a orquestar una explosión nuclear bajo Estambul para eliminar a sus competidores en el negocio petrolero, antes de lograr con éxito el atentado que acabó con la vida de su padre en venganza porque éste se negó a pagar el rescate que pedían por ella. En ese momento, el acaudalado Sir Robert King intentó recurrir a su amiga M por su rol como líder de la MI6, quien a su vez aprovechó la oportunidad para poner punto final a la vida de Renard.

Así, El mundo nunca es suficiente nos presenta dos villanos muy humanos de los que podemos de alguna manera compadecernos: una joven niña rica decepcionada de la distante figura de su padre, que titubeó antes de pagar el rescate por ella, y un terrorista capaz de matar o morir no por una creencia religiosa o patriota, sino por amor.

Tenemos aquí también un mayor protagonismo de Judi Dench en el rol de M: esta vez, la jefa de Bond no se limita a darle órdenes detrás del escritorio, sino que está directamente involucrada en la historia. M es la historia, en definitiva. Todo lo que 007 hace resulta casi un favor personal hacia su jefa, desde recoger el dinero de su amigo Sir Robert King de un turbio banco en Bilbao hasta asegurarse de que Elektra esté fuera de las garras de Renard y, más hacia el final, rescatarla del cautiverio al que es sometida por esta insólita pareja en alianza diabólica.

Tan fuertes fueron las participaciones de Elektra y M en los borradores de Purvis y Wade que se debió recurrir nuevamente a Bruce Feirstein, guionista de GoldenEye y El Mañana nunca muere, para que reavive la participación de 007 en una historia donde ya corría riesgo de volverse secundario.

Michael Apted le dio a El mundo nunca es suficiente un ritmo bastante más enlentecido que el de Martin Campbell y Roger Spottiswoode en las entregas anteriores: no faltan grandes secuencias de acción que involucran una explosión en una planta de pruebas nucleares en Kazajistán o a Bond evadiendo helicópteros con sierras gigantes que destrozan una fábrica de caviar (ambas ideas de Michael France en el primer guion de GoldenEye, cabe destacar), pero el director las deja cocinarse a fuego lento: cada tanto nos topamos con los ojos verdes de Sophie Marceau endulzando la pantalla, a los dos villanos dándose declaraciones de amor antes de su despedida final, a 007 analizando un vídeo de Elektra derramando lágrimas tras su secuestro y hasta un momento tierno donde el agente secreto celebra la Navidad en Turquía con la chica buena del film, apropiadamente llamada Christmas Jones. También hay fundidos suaves y tomas panorámicas que nos permiten admirar el exotismo de los Balcanes, desde los campos petroleros de Azerbaiyán hasta los alrededores del Bósforo que los villanos planean contaminar, con la música de David Arnold que enfatiza este toque tan étnico.

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Finalmente, la elección de Apted resultó no ser una excepción sino un nuevo punto de partida en el mundo de Bond: sin contar el regreso de Martin Campbell en Casino Royale de 2006, todos los directores que lo siguieron se destacaron fundamentalmente en el género dramático: Lee Tamahori (Muere otro día, 2002), Marc Forster (Quantum of Solace, 2008), Sam Mendes (Skyfall, 2012 y SPECTRE, 2015) y Cary Joji Fukunaga, el hombre detrás de la aún inédita Sin tiempo para morir. Sin ir más lejos, la era de Daniel Craig estuvo fuertemente marcada por pautas del trabajo de Apted: en Skyfall vemos un argumento más enfocado desde lo personal, donde el pasado de M se cobra venganza a través de un enemigo a quien ella creía muerto o desaparecido, y un antagonista victimizado por diversos recursos narrativos, donde se busca que el espectador se apiade de él cada tanto.

Michael Apted murió en su hogar de Los Ángeles, California, el 7 de enero de 2021. Los niños que vieron El mundo nunca es suficiente en la gran pantalla durante la Navidad de 1999 son hoy los adultos que quedan consternados por una partida tan abrupta e inesperada, coincidiendo con el hecho de que el cineasta es el primer director de la era de Pierce Brosnan en irse. Mucho se preguntaba la prensa en su momento –con juego de palabras y todo– si Apted era apto para Bond, y no faltó algún que otro crítico de cine observando con demasiada preocupación que esta película comenzara a adentrarse en la psicología de 007.

Sin embargo, hoy llegamos a una era donde los cinéfilos parecen justamente admirar que se haya dejado de lado el aparente pragmatismo del James Bond del cine y que cada vez conozcamos más de sus preocupaciones y emociones, así como las de sus mujeres y sus villanos.

Sí, Apted era apto para Bond.

Nicolás Suszczyk

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