Análisis de cómo los distintos Bond se han adaptado a los tiempos a lo largo de los 50 años de franquicia

Pocas franquicias del mundo del espectáculo logran llegar a su cincuenta aniversario con una continuidad tan solemne como la serie Bond.

Iniciada, como todos sabemos, en octubre de 1962 con Dr. No, la serie ha sufrido mucho más que simples cambios de actores o de contextos históricos en los que se desarrollaban las adaptaciones de argumentos que ideaba Ian Fleming.

Cualquiera que de un análisis bastante produndo podrá encontrar, a lo largo de estas cinco décadas, grandes cambios de dirección dentro del universo Bond.

Los cinco primeros films, que protagonizó Sean Connery y fueron dirigidos por Terence Young, Guy Hamilton y Lewis Gilbert, supusieron mostrar a Bond como un héroe viril, temerario, mujeriego, casi sin rasgos de humanidad. El tono serio de los dos primeros films se ironizó un poco cuando Hamilton llevó a la pantalla Goldfinger en 1964 o se espectacularizó en 1967 con Sólo se vive dos veces, donde Lewis Gilbert avaló transformar el oscuro texto original de la novela de Fleming en una aventura que incluía el secuestro de naves espaciales. Pero Bond, de una forma u otra, seguía siendo el mismo.

PRIMER CAMBIO: EL BREVÍSIMO BOND HUMANO

George Lazenby era un modelo australiano que se sentó justo al lado del productor Albert R. Broccoli en la peluquería. Esa acción (premeditada, según se cree) llevó a Lazenby a ser el reemplazo de Connery cuando éste renunció al rol tras el divorcio de su mujer Diane Cilento, el acoso de la prensa y los fans en tierras niponas durante el rodaje de su último film, y el encasillamiento con el papel del agente secreto.

Contrario al estilo de los films anteriores, el director Peter Hunt y los productores Broccoli y Saltzman optaron por seguir fielmente la palabra escrita del creador de 007 en Al Servicio Secreto de Su Majestad, que cerró la década del ’60.

Tal como sucede en el libro, Bond se enamora, se casa y enviuda. Fue un Lazenby sin experiencia actoral quien tuvo que darle a Bond la sensibilidad que Connery no le daba, sumándole su expertise en artes marciales que, ayudados por el montaje excepcional de John Glen, moldearon un 007 tan peligroso como sensible y humano a la vez. Naturalmente, el australiano carecía de la ironía y la increíble actitud de Connery, pero logro hacer, tal como prometían los tráilers de la época, “un Bond diferente.”

No obstante, la audiencia no vio con buenos ojos la versión humana del agente secreto, y hubo que volver a la esencia del film que causó furor…

SEGUNDO CAMBIO: BOND NOS HACE REÍR

Todo el oro del mundo se le pagó a Sean Connery para que vuelva, y Connery aceptó. Ese fue el principio de los productores para volver a un film al estilo de Goldfinger con Los diamantes son eternos, junto con recontratar Guy Hamilton como director y Shirley Bassey para el tema principal, sin mencionar la idea descartada de llevar a escena al hermano gemelo de Auric Goldfinger que interpretaría también Gert Frobe.

El principal aporte a esta era que inició en 1971 sería el guionista Tom Mankiewicz, que dio grandes aportes de humor a la franquicia. El libretista norteamericano retornaría en Vivir y dejar morir (1973) y El hombre del revólver de oro (1974), ya con Roger Moore en el rol de Bond, donde aumentó aún más los caudales humorísticos que llevaba la serie. Tal es así que 007, en Los diamantes son eternos, parece olvidar que el villano Blofeld mató a su mujer; le sonríe a unos matones negros que lo acechan en Harlem en Vivir y dejar morir, y es ridiculizado por un enano maldito en El hombre del revólver de oro.

La gracia comenzaría a menguar un poco en La espía que me amó, pero retornaría con creces en Moonraker, donde 007 viaja al espacio. Cabe mencionar que ambos films, dirigidos por Gilbert y con villanos con ambiciones muy similares al Blofeld de Sólo se vive dos veces, suponen la inclusión de otro fenómeno de circo de la era de Moore: es Richard Kiel como Jaws, que pese a ser un personaje bastante ridículo, logró ganarse el cariño del público, incluso de los historiadores Bond más serios.

Y 007 entra a la década del ’80 dirigido por el John Glen, con Sólo para sus ojos, Octopussy y En la mira de los asesinos. Estos tres films, los últimos de la era Moore, traerían una historia bastante más dramática y original, que harían especial énfasis en la relación Gran Bretaña-URSS como trasfondo. Notamos, especialmente en los dos últimos films, la figura del General Gogol (Walter Gottel, que venía apareciendo desde La espía que me amó), líder de la KGB que impulsa las buenas relaciones anglosoviéticas. Más allá del trasfondo serio que Michael G. Wilson, actual productor, agregó desde 1981 en las historias de los films, hay situaciones cómicas que se repiten: en Sólo para sus ojos, Bond es acosado por una adolescente, en Octopussy se disfraza de payaso, y En la mira de los asesinos sufre una vez más del síndrome Goldfinger (una vez más, el villano quiere monopolizar un mercado provocándo una catástrofe), eso si no contamos la ridícula persecución en las calles de San Francisco entre 007 y la policía.

TERCER CAMBIO: VIVIENDO AL LÍMITE

Roger Moore rozaba los 60 años cuando dejó de ser Bond. Cuando las negociaciones con el actor de la serie Remington Steele, Pierce Brosnan, no pudieron llegar a buen puerto, Broccoli, único productor de la serie tras la partida de Saltzman en 1974, contrató al actor galés Timothy Dalton para el rol de 007, previamente considerado muy joven para Los diamantes son eternos.

Su nombre es peligro, de 1987, recuperó los bríos de dramatismo y brutalidad muy dejados atrás en con Roger Moore. Descartada la idea de hacer una suerte de renacimiento de 007, situándolo como agente novato, EON Productions optó por contnuar con el mismo ritmo, pero cambiando la personalidad del personaje principal. Haciéndolo un hombre con grandes dosis dramáticas y violentas. Un hombre que se enfrenta al peligro de verdad y que vive un sinfín de tensiones en los 130 minutos del film. Sin embargo, como resabio de la era Moore quedarán villanos un tanto chiquilines como el “desertor” de la KGB, General Koskov (Jerome Krabée) y el mercenario Brad Withaker (Joe Don Baker), coleccionista y traficante de armamento militar.

Un film más adaptable al estilo de Dalton sería Licencia para matar. Aunque el film pierde el argumento clásico que traía Su nombre es peligro, la producción de 1989 es una película con grandes dósis de violencia y venganza, en donde el espía enfrenta a Sánchez (excepcional actuación de Robert Davi), un traficante de drogas que brutalmente ataca a Leiter (David Hedison), el amigo de Bond de la CIA. Más allá de ser acusada por algunos aficionados de ser “un capitulo de Miami Vice con Bond de protagonista”, Licencia para matar promete una historia dramática y real muy extrañada en los tiempos de Moore.

CUARTO CAMBIO: UN BOND PARA LOS ‘90

Se hizo extrañar. Seis años y medio tardó 007 en volver hasta que Timothy Dalton confirmó que no volvería a ser Bond en la decimoséptima película de James Bond.

Ergo, los productores buscaron un nuevo actor, un hombre ya considerado desde 1981. El marido de la ya difunta Cassandra Harris, de Sólo para sus ojos, el irlandés Pierce Brosnan, fue anunciado como el nuevo James Bond un 7 de junio de 1994.

“Aún es un mujeriego”, decía en entrevistas para calmar a la prensa, que se preguntaba cómo sería un polígamo James Bond en la época donde las mujeres ya no se dejaban palmear las nalgas.

Tan importante fue el cambio en la serie a partir de GoldenEye, que comunmente dividió a la serie entre “películas nuevas” y “películas viejas”. Gracias al sabio consejo del mítico productor Albert Broccoli, que había delegado la producción, ya muy enfermo, en su hija Barbara y su hijastro Michael G. Wilson, la dirección que se optó para la era Brosnan fue mantener lo clásico, léase, el gunbarrel, los títulos y otros componentes de la estructura, pero añadirle un toque moderno, con cambios que darían que hablar: una M mujer (Judi Dench) y automóviles BMW que dejarían al mítico Aston Martin DB5 a breves cameos.

Lejos de la autosuficiencia de Moore, pero conservando su simpatía y sentido del humor. Lejos de la brutalidad de Dalton y Connery, pero dando golpes que dolían, así fue el 007 de Pierce Brosnan. Un hombre que reunía las mejores características de los previos actores. Podía tener aquella presencia imponente de Sean Connery, decir aquéllas frases ácidas de Roger Moore y darle una cierta vulnerabilidad que le pudo dar Timothy Dalton en su corto período.

Pero la vulnerabilidad del 007 de Brosnan es única. A nungún Bond lo vimos sentir la traición de un colega y amigo, o dispararle a sangre fría a un viejo amor y acariciar su cuerpo sin vida.

Básicamente GoldenEye, magistralmente dirigida por Martin Campbell, es un film que mantiene lo viejo dándole un toque moderno: nos muestra un Bond que, así como puede destrozar media ciudad de San Petersburgo con un tanque de guerra sin inmutarse, puede sentir la soledad de su deber, y discutir de ello con su aliada de turno, en este caso el personaje de Izabella Scorupco, Natalya.

El Mañana Nunca Muere ya se orienta al Bond que todos conocemos. Salvo la muerte de Paris, una ex amante del agente secreto, a manos de su marido actual el villano Elliott Carver, el film se basa prácticamente en aportar abundantes escenas de acción, persecuciones y situaciones muy al estilo de los primeros films de Bond.

El Mundo no Basta ya supone un regreso a un argumento más intenso, gracias principalmente a los guionistas Neal Purvis y Robert Wade. M, que siempre se había pasado (incluso en su versión masculina) detrás del escritorio, ahora tendría un gran papel, siendo amiga de un magnate petrolero asesinado en un atentado al MI6 por el terrorista que tiempo atrás secuestró a su hija.

Hay buenas escenas de acción en el film, aunque Brosnan sobreactúa en ocasiones, y el villano Renard no es tan imponente como los anteriores. Lo que sí resulta efectivo es la química entre Brosnan y Sophie Marceau, la traicionera Elektra King.

Lo que muy bien lograron Purvis y Wade en El Mundo no Basta, lo echaron a perder en Otro día para morir, un film con una línea argumental muy buena, donde mostraban a Bond capturado tras fallar una misión en Corea del Norte, permitiéndole a Pierce Brosnan lo que él tanto pedía: explorar áreas oscuras del personaje, como él ya había muy bien demostrado en el thriller de 1987, El Cuarto Protocolo, donde interpretó a un sanguinario agente de la KGB.

Pero el argumento se arruina terriblemente desde la segunda mitad, donde, plagado de referencias a aventuras anteriores (en conmemoración del 40 aniversario de Dr. No) y efectos especiales demasiado digitalizados. Otro fallo grave del film es la híper exacerbación de Jinx, el personaje de Halle Berry: es presentado como “una James Bond femenina” cuando en realidad, parece más inoperante que Stacey Sutton, Mary Goodnight y Tiffany Case juntas.

QUINTO CAMBIO: BOND INICIA

Después de Otro día para morir, MGM entró en crisis, lo que retrazó aún más la llegada de Bond 21, prevista para 2005. El vigésimo film de 007 no falló en la taquilla, pero se llevó unas cuantas malas críticas de la prensa y de los mismos fans.

Los productores Broccoli y Wilson decidieron, entonces, que era hora de hacer renacer a Bond, a tono con el “reinicio” cinematográfico de sagas como Batman o Spiderman. Y tener los derechos cinematográficos de Casino Royale, la primera novela de 007 publicada en 1953, les venía como anillo al dedo.

La idea era mostrar a Bond como un agente novato, y presentar la misma historia original de Ian Fleming, adaptándola a los tiempos de hoy.

Martin Campbell, quien fuera el encargado en construir el Bond de Brosnan en GoldenEye, llevaría a cabo ahora la tarea de dirigir la primera aventura de James Bond como agente 00. Pierce Brosnan, que pedía un salario muy alto y había quedado muy estereotipado como un “Bond pochoclero” tras la mala recepción de Otro día para morir, fue dejado de lado para abrirle la puerta al sexto agente del MI6 del séptimo arte.

Un 14 de octubre de 2005, el mismo día que Roger Moore cumplía 78 años, Daniel Craig era formalmente anunciado como el nuevo James Bond.

El actor británico oriundo de Chester, cerca de Liverpool, prometía un Bond muy rudo, fácilmente reminiscente a los días de Sean Connery o Timothy Dalton. Junto con los habituales David Arnold (música), Peter Lamont (diseño de set), Neal Purvis & Robert Wade (guión), y los recién llegados Paul Haggis (guionista agregado), Alexander Witt (director de segunda unidad) y Stuart Baird (editor), el efecto logrado en Casino Royale sería exactamente ese: un Bond rudo como Dalton con el carisma de Connery, pero añadiéndole un toque moderno muy personal del propio Craig.

Nada de esto se hubiera logrado, sin duda, sin las excepcionales coestrellas como Eva Green en el rol de Vesper Lynd, la tesorera que enamora a 007, Mads Mikkelsen como Le Chiffre, banquero del mundo terrorista, y la siempre eficiente Judi Dench como M, que continúa desde GoldenEye. Aunque la clásica estructura bondiana se alejaría esta vez del esquema tradicional, eliminando el tema musical de James Bond hasta los minutos finales, añadiendo el gunbarrel poco antes de los créditos y sucediendo el pregenérico en blanco y negro donde Bond es ascendido a 007. Y, obviamente, descartando a Q y Moneypenny, considerados demasiado humorísticos para el nuevo mundo de James Bond.

El gran brillo que logró la era Craig con Casino Royale, incluso ignorando elementos tradicionales, se echó a perder en 2008 con Quantum of Solace.

La historia seguía el curso de Casino Royale, comenzando alrededor de 10 minutos después de que Bond atrapara a Mr. White, responsable del suicidio de Vesper e importante miembro de la organización que la chantajeó.
Pero los guionistas Purvis, Wade y Haggis ofrecieron un argumento poco interesante, basado en la apropiación del agua en países sudamericanos a cargo del olvidable Dominic Greene, miembro de Quantum, la organización que integra Mr. White, y en el golpe de estado que su cómplice, el Gral. Medrano, pretende efectuar en territorio boliviano.

Olga Kurylenko y Gemma Arterton ofrecen sus grandes cuotas de belleza, opacadas por una historia sosa y una técnica cinematográfica mucho peor, a cargo del director Marc Forster y su director de segunda unidad, Dan Bradley: uso excesivo de cámaras movedizas, edición deplorable, y demás está decir la inclusión del gunbarrel al final del film.

En resumen, en Quantum of Solace, Bond se la pasa repartiendo piñas y viajando de un país a otro sin seguir un orden o un objetivo en particular.

SEXTO CAMBIO: VUELTA A LO CLÁSICO

A menos de medio año de su estreno, poco se sabe aún de Skyfall, el film del 50 aniversario de 007.

Lo único que oficialmente trascendió es que la lealtad de Bond hacia M se verá comprobada mientras el MI6 sufre un atentado. No obstante, el tráiler, el poster, y muchos de los videos hablan por sí solos: muchos elementos clásicos regresarán.

Bond conducirá únicamente un Aston Martin DB5, matrícula BMT 216A, como en la era Connery. Además, regresa Q, esta vez con 32 años e interpretado por Ben Whishaw. El poster muestra, además, a 007 caminando delante de un enorme gunbarrel (¿presagio de que vuelve al inicio?). Aún no se ha dicho nada sobre la veracidad de que los rumores de que el personaje de Naomie Harris, Eve, se convierta en Moneypenny.

Más allá de muchas dudas acerca del reemplazo de David Arnold por Thomas Newman en el departamento de la música, el film de Sam Mendes promete mucho. Aún es un misterio que ofrecerá el español Javier Bardem como el villano Silva, visto sólo entre sombras en el tráiler, pero existe una esperanza de que devuelva lo que le viene faltando a los villanos Bond desde 1999: personalidad, carisma y maldad.

¿Logrará Skyfall devolverle a la serie un Bond clásico recobrando nuevos bríos?