Malos… para ser malos o análisis del por qué los enemigos de Bond dan cada vez menos miedo

El siglo XXI nos ha presentado un mundo mucho más agresivo y violento que el anterior. El mismo Bond se ha vuelto más agresivo y despiadado desde que está en la piel de Daniel Craig desde 2006. La pregunta es, entonces, ¿Por qué los villanos Bond nos dan cada vez menos miedo?

En las casi cinco décadas que lleva 007 en la gran pantalla, aficionados al personaje de diferentes generaciones experimentamos diferentes tipos de villanos. Muchos de ellos eran intelectuales y no tan peligrosos físicamente (Goldfinger, Stromberg, Carver). Otros tenían más fortaleza física y, de hecho, se levantaban de su trono para enfrentar a puño limpio al mismo Bond (Trevelyan, Zorin, Sánchez). Los villanos Bond de la vieja hora, o bien eran muy imponentes físicamente, o bien tenían una personalidad fuerte y distinguida. Eso parece haberse perdido en los últimos años.

Licencia para matar, de 1989, nos dio un excelente villano como el narcotraficante Franz Sánchez, brillantemente interpretado por Robert Davi. Aunque mucho se lo critico en el fandom bondiano por parecer sacado de una serie policial americana de los ochenta, Davi supo combinar carisma y brutalidad en su personaje: no titubeaba antes de prepararle una horrible muerte a sus enemigos, y tenía un gran sentido del humor que superaba, incluso, al de su antagonista, en ese entonces interpretado por Timothy Dalton.

GoldenEye y El Mañana Nunca Muere, ambos films de Pierce Brosnan como Bond, también nos dieron formidables adversarios: Alec Trevelyan, el traicionero ex agente 006 que interpretó Sean Bean en el film de 1995, tenía la gran ventaja de conocer las flaquezas de Bond, arrojándole comentarios punzantes y desafíos psicológicos en el último tramo del film (inolvidable la frase “¿Logran tus vodka martinis callar los gritos de los hombres que mataste?”), al igual que la pura maldad que destila al pisotearle el pie a Bond, aferrado a la escalera de una antena gigante a punto de caer al vacío. El magnate de los medios Elliott Carver, interpretado en el segundo Bond de Brosnan por Johnatan Pryce (un año después de haber hecho las veces de Perón en Evita, de Alan Parker), tampoco se queda atrás: cuenta con su musculoso guardaespaldas alemán, Stamper, para el trabajo sucio, pero posee un gran carisma y una energía que lo eleva a la altura de Auric Goldfinger. Basta recordar cuando frenéticamente redacta sus amarillistas líneas en su diario Tomorrow, o sus cómicas ironías, al decir que influirá más gente que el mismo Dios, agregando después: “Y eso que lo máximo que logró fue el Sermón de la Montaña”. Carver fue, entonces, el último gran villano Bond que gozó la gran pantalla.

Victor Zokas, o “Renard el Anarquista”, es bastante cruel y esquizofrénico: tortura a su secuaz Davidov haciéndole sostener una roca ardiente, manda a dispararle a quemarropa al Dr. Arkov cuando ya no precisa de él y, sobre todas las cosas, es insensible al dolor (producto por una bala en el cerebro que elimina sus sentidos, disparada tiempo atrás por el agente 009).

Pero algo falla en él. No es lo suficientemente malo como podríamos esperar. ¿Por qué? Porque es en realidad un esbirro de Elektra King, que comienza su vida como víctima de un secuestro protegida por Bond y acaba como villana principal del film.

La gran locura psicótica del personaje interpretado por el escocés Robert Carlyle (de Full Monty) fracasa al no ser complementada por una maldad infinita al estilo de Franz Sánchez. No puedes odiar a este villano, le tienes lástima. No esperas que muera, ni Bond parece demasiado convencido de querer matarlo.

Otro tiro al aire fue Gustav Graves, interpretado por Toby Stephens.

Este personaje tiene la particularidad de tener una completa doble personalidad, dado que al inicio del film lo vemos como un militar norcoreano, el Coronel Moon (Will Yun Lee), traficante de armas y diamantes al que Bond debe eliminar.

007 lo da por muerto tras un enfrentamiento, pero después Moon resurge genéticamente como el poco memorable Gustav Graves, un huérfano que amasó una fortuna en una mina de diamantes en Argentina (!) y ahora tiene fortunas. “Basé al desagradable Gustav Graves en ti. Esa injustificable desfachatez, un mecanismo de defensa para esconder la incompetencia.”, desafía a Bond al revelarle su verdadera identidad.

Graves sería un producto norcoreano de lo que es Bond, una burla hacia la arrogancia de su enemigo.

Pero le sigue faltando el lado letal. No es ni remotamente peligroso. Como Renard, es un loco despiadado, pero no peligroso.

Llegó Daniel Craig al rol de Bond en la adaptación oficial de Casino Royale, que cumple en un ochenta por ciento con su fuente original, la novela de Ian Fleming publicada en 1953. Y eso es justamente lo que salva a Mads Mikkelsen de entrar en la lista de malos villanos.

Respetando la novela, Le Chiffre, el personaje del actor danés, es un banquero internacional del terrorismo que intenta recuperar los fondos perdidos de sus clientes apostando fuerte en una partida de póker en el Casino Royale de Montenegro. Pero Le Chiffre tiene a su lado una gran ventaja: la famosa escena donde azota cruelmente a Bond en los genitales. Eso hace olvidar, de plano, cuando es amenazado por un enfurecido cliente suyo en el hotel.

Tras un villano principal que actuaba como secundario, el momento ideal para recuperar la vileza en su máximo exponente hubiera sido Quantum of Solace. Dominic Greene (Mathieu Amalric, La escafandra y la mariposa, Munich), ecologista respetado en la alta sociedad y alto miembro de Quantum, la organización que también empleaba a Le Chiffre, debía demostrar su crueldad como ya lo había hecho Largo (Adolfo Celi) en Operación Trueno, siendo el número dos de SPECTRA.

Pero Greene es simplemente un negociante que, más allá de poseer un gran carisma, se pasa la película mirando a Bond con envidia, haciendo comentarios lascivos sobre su ex amante Camille (Olga Kurylenko), y siendo tratado como un filántropo con altas conexiones y protegido por el poder. Actúa tan torpemente en las escenas de lucha que se lastima el pie con un hacha al querer atacar a Bond, y es exageradamente dejado en ridículo en el enfrentamiento de ambos en el desierto boliviano.

La identidad del villano principal de Skyfall, a estrenarse a fines de 2012, es todo un misterio. Se sabe que será interpretado por el actor español Javier Bardem (Vicky Cristina Barcelona, Sin Lugar para los Débiles), lo cual es muy auspicioso. Además, las dudas sobre quienes estarán del lado del mal rondan entre los notables actores Ralph Fiennes, Albert Finney y Ola Rapace, de los cuales se desconoce también el nombre y se saben apenas algunos datos de su participación.

Quizás Skyfall nos traiga una muy esperada (y necesaria) sorpresa en el departamento de los villanos.